martes, 23 de junio de 2015

retomando un viejo principio



Cuando los jueves decidieron convertirse en martes, a las hojas caídas de los chopos del paseo les cogió una buena tiritona y los tontos de mi pueblo estuvieron andando así, como de ánimas, colocando y descolocando las sillas de Agustín.  Fue un chirriar continuo y un temblor imperceptible se adueñó de todos nosotros. Taponamos los oídos y olvidamos las voces. Las mujeres parían en silencio niños mudos. Tres veranos duró la desaparecida hasta que una tormenta de agosto conminó los hados del fin del mundo y un trueno ensordecedor consiguió atravesar adobes, ladrillos y ceras. El miedo nos sacó a la calle, los tontos jugaban con las cartas mojadas y Eli tocaba su corneta invisible. A veces tres años son un día de lluvia y barro.