miércoles, 10 de mayo de 2017

Tras la caída del imperio del ladrillo






Casas como esqueletos
donde otrora hubo pinos.
Y ardillas. Gusanos y liebres.
Halcones, codornices, lagartos.

Oquedades de ladrillo
(como cuencas vacías)
por donde silba el aire del cántaro roto.
Una urbanización absolutamente innecesaria
asoma tras la curva, frente al río,
como un faraónico insulto a la tierra, a las raíces.
Al hombre bueno.

Ondean como enseñas
pellejos secos de testaferros,
comisiones, pagarés.
Ahí queda, como un esputo de hormigón,
la impronta de vuestra miseria.

Triste legado el nuestro.