lunes, 22 de julio de 2019

Descubrimientos y descubridores


A esa otra que también eres
dices que la descubrí yo.
Magallanes, dices.
Tú ya eras océano,
yo sólo te acompañé por el estrecho
y vimos juntos cómo te crecías de agua, espuma y sal.
Tú, que ya eres todos los océanos.



Del poemario "Palabras inventadas. Todo lo que me habría gustado escuchar y tú nunca me dijiste"

miércoles, 26 de junio de 2019

Hellín-Mayo


PLEITA
Era mayo, mes de mayo, y las amapolas y las genistas se disputaban los ribazos de las acequias. El sol picaba y era una evidencia resignada que por la tarde habría tormenta. Y, efectivamente, en la mesa de afuera, sobre el mantel de cuadros, sobre la magra con tomate y los botes de aguamiel. Sobre los albaricoques verdes del albaricoquero que estaba junto a la balsa. Incluso sobre las ramas más altas del sauce llorón que plantó el abuelo Gonzalo, el cielo se hizo mármol y hubo que recoger a toda prisa. Luego fue lo del rayo, el crujido como de huesos rotos y las ramas cayendo una tras otra en una secuencia casi detenida, mientras una lluvia inconsolable embarraba el suelo y formaba charcos sobre los que quedaron flotando durante días, huérfanas de savia, las hojas glabras y glaucas del sauce. Del sauce llorón que plantó el abuelo Gonzalo y a cuya sombra tanto esparto tejió.



lunes, 4 de febrero de 2019

Hellín. Navidad


Quizás diez, once como mucho. Aunque muy alta para mi edad, guardaba celosamente una infancia perezosa y mi padre iba a llevarme a ver la cabalgata. ¿Cómo que este año no iba a haber? No, eso no podía ser. Y bajamos la Cuesta de los Caños, y nos acercamos a la plaza del Caudillo, y no, no parecía que hubiera indicio alguno de desfile. Alguien del ayuntamiento debió compadecerse y abrieron el arca de los trajes reales e improvisaron tres voluntarios. Sin la más mínima solemnidad, Gaspar, Melchor y un Baltasar que parecía conocer muy bien a mi padre (“¡Hombre, Paco!”), se abrieron paso, a pie y sin fanfarrias, entre los minúsculos grupos de adultos indignados que llevaban de la mano a niños boquiabiertos de estupor. Sus majestades rodearon  la plaza y regresaron al ayuntamiento por la pequeña puerta lateral de la biblioteca. Volvimos a casa en silencio o, tal vez, mi padre hablaba sin parar. Yo sabía que, al llegar, sobre la colcha de Heidi de mi cama tendría los regalos de los Reyes Magos y, conforme subía la cuesta, sentía una tristeza profunda. Oscura, como el betún de la cara de Baltasar.


Microrrelato ganador del mes de Enero 2019 del certamen convocado por el Excmo. Ayto. de Hellin