Ahora en Murcia, hemos disfrutado todos. Bécquer inefable. Y retahílas para contar. Hasta conjuros para resucitar avispas.
viernes, 27 de mayo de 2011
La maleta en el CEIP JUAN XXIII
Ahora en Murcia, hemos disfrutado todos. Bécquer inefable. Y retahílas para contar. Hasta conjuros para resucitar avispas.
miércoles, 18 de mayo de 2011
nunca son noticia
Entre las grandes tragedias cotidianas
andan invisibles los suicidios rurales,
habitantes de un mundo de galerías subterráneas
que a veces asoma el hocico
y produce el espanto transitorio. El olvido.
La gente pobre y mansa
se suicida sin estudios.
Los hombres son más de cuerda.
Las mujeres más de vía. O desatascador
(después de las camas hechas y la ropa planchada).
Las esperanzas enmohecidas. Los largos inviernos.
El aire. El mismo aire.
Los hijos no nacidos. Los nacidos. La casa vacía.
La casa vacía.
Los inevitables suicidios locales
tienen el olor agrio de una mala digestión.
El tiempo del velorio es ácido,
los silencios espesos y el dolor avergonzado.
La visita al doliente es casi una huida disculpada.
Los pequeños suicidios de la gente pobre y mansa
no dejan más huella
que un erizo aplastado sobre el asfalto.
También los neumáticos olvidan.