miércoles, 18 de mayo de 2011

nunca son noticia

Entre las grandes tragedias cotidianas

andan invisibles los suicidios rurales,

habitantes de un mundo de galerías subterráneas

que a veces asoma el hocico

y produce el espanto transitorio. El olvido.


La gente pobre y mansa

se suicida sin estudios.

Los hombres son más de cuerda.

Las mujeres más de vía. O desatascador

(después de las camas hechas y la ropa planchada).


Las esperanzas enmohecidas. Los largos inviernos.

El aire. El mismo aire.

Los hijos no nacidos. Los nacidos. La casa vacía.

La casa vacía.


Los inevitables suicidios locales

tienen el olor agrio de una mala digestión.

El tiempo del velorio es ácido,

los silencios espesos y el dolor avergonzado.

La visita al doliente es casi una huida disculpada.


Los pequeños suicidios de la gente pobre y mansa

no dejan más huella

que un erizo aplastado sobre el asfalto.

También los neumáticos olvidan.


1 comentario:

  1. Julia, me gusta todo lo que haces, lo dulce y lo amargo.
    Sigue escribiendo, por favor...
    Muchos besos de quien te entiende tanto.

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