lunes, 4 de febrero de 2019

Hellín. Navidad


Quizás diez, once como mucho. Aunque muy alta para mi edad, guardaba celosamente una infancia perezosa y mi padre iba a llevarme a ver la cabalgata. ¿Cómo que este año no iba a haber? No, eso no podía ser. Y bajamos la Cuesta de los Caños, y nos acercamos a la plaza del Caudillo, y no, no parecía que hubiera indicio alguno de desfile. Alguien del ayuntamiento debió compadecerse y abrieron el arca de los trajes reales e improvisaron tres voluntarios. Sin la más mínima solemnidad, Gaspar, Melchor y un Baltasar que parecía conocer muy bien a mi padre (“¡Hombre, Paco!”), se abrieron paso, a pie y sin fanfarrias, entre los minúsculos grupos de adultos indignados que llevaban de la mano a niños boquiabiertos de estupor. Sus majestades rodearon  la plaza y regresaron al ayuntamiento por la pequeña puerta lateral de la biblioteca. Volvimos a casa en silencio o, tal vez, mi padre hablaba sin parar. Yo sabía que, al llegar, sobre la colcha de Heidi de mi cama tendría los regalos de los Reyes Magos y, conforme subía la cuesta, sentía una tristeza profunda. Oscura, como el betún de la cara de Baltasar.


Microrrelato ganador del mes de Enero 2019 del certamen convocado por el Excmo. Ayto. de Hellin

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