jueves, 20 de septiembre de 2018

Estampa de mujer sentada a contraluz


                                                                 A la memoria de Vicenta Lorca Romero



Se te vuelven a enredar
los visillos en la mirada
mientras oscurece la tarde tu silueta costurera
contra la ventana.

En la quietud de la siesta complutense
se detiene el pespunteo
en el revés de la vainica doble,
y estira el hilo, como del aire,
el telón invisible de la memoria.

A las cinco de la tarde
regresa el sombrero de ala ancha
a la concupiscente sombra del tilo de la puerta de la escuela
a esperarte una respuesta.
Regresa la risa primera del primer hijo
que ya sonara a gorjeo,
algarabía de trinos en la Huerta de San Vicente.

Vacila la mano trémula
sobre el lino blanco de tu regazo
y se extiende hacia la voz
que cruza el portal de baldosas enceradas
(frescor de albahaca y barro).
A las cinco de la tarde
regresa Federico
con el mono azul de titiritero,
entre raudales de ternura desbocada,
a mostrar su caleidoscopio de sueños surrealistas y amores confundidos.
Regresa
a la Tarara, al piano y a la sobrina Isabelita.
_Madre _dice. Pero no lo dice,
No lo dice.


(Finalista en el XI Certamen de Poesía Mujeres Silenciadas "Argentina Rubiera", colectivo Les Filanderes)


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