A Adrián el amor le
sobreviene como un herpes, debajo de la axila derecha y con ramificaciones
hacia el pulmón. La primera vez el picor comenzó cuando Juan le presentó a su primo en el
Saltamontes y fue un prurito vertiginoso al agarrar juntos la barra protectora
del vagón. La infección irreversible sería años más tarde y, aunque ocurriera
en el aseo de caballeros de la biblioteca municipal, Adrián
percibió entre el vértigo un lejano aroma a algodón de azúcar.
Ganador I Concurso Internacional de Microcuentos "Cosas Pequeñas" de Mundo Editorial
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