miércoles, 7 de diciembre de 2011
martes, 8 de noviembre de 2011
sábado, 29 de octubre de 2011
jueves, 13 de octubre de 2011
domingo, 9 de octubre de 2011
miércoles, 21 de septiembre de 2011
viernes, 2 de septiembre de 2011
Participación en Postcards from Paris
La mañana que decidí venir a París no hubo ninguna señal del cielo, ni tampoco es que quisiera huir de ese rumor de pena constante que me dejó la muerte de mi madre (como el eco de una caracola aleteando contra el corazón). Mi vida era cómoda en una ciudad cómoda con un cómodo trabajo. Las cosas parecían haberme venido rodadas y yo me monté en esa rueda en la que elegía poco más que el traje que ponerme. Pero me bajé del tiovivo de feria abandonada. Me puse guirnaldas en el pelo y me dejé seducir por el eco de la música de una vieja gramola que llevaba una bella mujer (lo bastante alta como para poder ser una diosa de las antiguas leyendas indias) en la cabeza. Los primeros días o quizás fueran años, siempre cerca de la brasserie de l’Île (hay lugares que son un estado de ánimo), dibujaba las puestas de sol que se me caían del corazón. Las pintaba en las uñas de los transeúntes que querían extenderme su mano y siempre había alguien que me dejaba un franco o la historia de su vida o un croissant. Pierre me dejó las tres cosas y añadió las llaves de su casa. Los días de lluvia la casa de Pierre cruje como una vieja rodilla oxidada y crecen amapolas azules en los tiestos de la galería. Esos días el cielo de París es gris y yo hago cojines de ganchillo de muchos colores como los hacía mi abuela. Todavía Pierre me mira y se descoloca y necesita enmarañarme el pelo con sus manos grandes y ásperas para creerme. Marie, me dice. Y yo entiendo que podría haber sido en cualquier lugar. Pero fue en París.
miércoles, 8 de junio de 2011
jueves, 2 de junio de 2011
En la biblioteca de Albatana
viernes, 27 de mayo de 2011
La maleta en el CEIP JUAN XXIII
miércoles, 18 de mayo de 2011
nunca son noticia
Entre las grandes tragedias cotidianas
andan invisibles los suicidios rurales,
habitantes de un mundo de galerías subterráneas
que a veces asoma el hocico
y produce el espanto transitorio. El olvido.
La gente pobre y mansa
se suicida sin estudios.
Los hombres son más de cuerda.
Las mujeres más de vía. O desatascador
(después de las camas hechas y la ropa planchada).
Las esperanzas enmohecidas. Los largos inviernos.
El aire. El mismo aire.
Los hijos no nacidos. Los nacidos. La casa vacía.
La casa vacía.
Los inevitables suicidios locales
tienen el olor agrio de una mala digestión.
El tiempo del velorio es ácido,
los silencios espesos y el dolor avergonzado.
La visita al doliente es casi una huida disculpada.
Los pequeños suicidios de la gente pobre y mansa
no dejan más huella
que un erizo aplastado sobre el asfalto.
También los neumáticos olvidan.martes, 19 de abril de 2011
Haiku de Luna Nueva
jueves, 14 de abril de 2011
CEIP MANUEL GUILLAMÓN. ¿Qué es poesía?
martes, 12 de abril de 2011
qué historia ésta
viernes, 1 de abril de 2011
La maleta en el CEIP La Olivarera
martes, 29 de marzo de 2011
La abuela dormilona, adaptación de un cuento
LA ABUELA DORMILONA
La abuela estaba frita
y yo quería tortitas.
Abuela, abuelita,
¿me haces tortitas?
Abuela, abuela
(como es un poco sorda, no se entera)
Probé más fuerte
a ver si había suerte.
Abuela, abuela
Y la abuela,
duerme que te duerme
Llevé el reloj de cuco
para despertarla de un susto
Cu-cú, cu-cú.
Abuela, abuela.
Cu-cú, cu-cú.
Y la abuela,
duerme que te duerme.
Estuve más de una hora
dándole a la taladradora.
Rrrrrrrrrr, Rrrrrrrrr.
Abuela, abuela.
Cu-cú, cu-cú.
Rrrrr, Rrrrr.
Y la abuela,
duerme que te duerme.
Como el asunto era serio,
avisé a los bomberos.
Niiiino, niiino.
Abuela, abuela.
Cu-cú, cu-cú.
Rrrrr, Rrrrr.
Niiino, niiino.
Y la abuela,
duerme que te duerme.
Fui a la granja en caballo
y me traje dos mil gallos.
Kikirikí, kikirikí.
Abuela, abuela.
Cu-cú, cu-cú.
Rrrrr, Rrrrr.
Niiino, Niiino.
Kikirikí, kikirikí.
Y la abuela,
duerme que te duerme.
Hasta desde el cielo
bajó un helicoptero.
Tacatacatá, tacatacatá.
Abuela, abuela.
Cu-cú, cu-cú.
Rrrrr, Rrrrr.
Niiino, niiino.
Kikirikí, kikirikí.
Tacatacatá, tacatacatá.
Y la abuela,
duerme que te duerme.
Como no podía entenderlo,
acabé llamando al abuelo.
Pero hijo,
me dijo.
La abuela es una princesa,
basta darle un beso
y suavemente se despierta.
Y así desperté a mi abuela
y me hizo la merienda.
miércoles, 23 de marzo de 2011
Nace el proyecto LA MALETA: Un viaje a la poesía
jueves, 10 de marzo de 2011
Amigas
La tortuga Felipa
se queda frita
debajo de la cama
de la abuelita.
La abuela respira fuerte
y en sus sueños
la tortuga Felipa
sueña que la mecen.
A veces la abuela reza
y se duerme rezando,
Felipa estira la cabeza
y se coloca el rosario.
Por las mañanas
Felipa
que es muy educada
y muy lista
empuja las zapatillas
hasta los pies de la abuela.
Despacio despacio llega Felipa.
Despacio despacio mete el pie la abuela.
Y se sonríen
lentamente
gozosas de conocerse.